Como en este mundo todo es según el color del cristal con que se mira; la renuncia del Papa da para mucho. Mientras unos se congratulan que haya renunciado por su incapacidad para sostener el cargo, otros afirman que debió seguir como lo hizo, por ejemplo, Juan Pablo II.
Pero esto de la ineptitud y que se trae a colación para que también algunos otros imiten el gesto, también da para mucho. Por ejemplo, se afirma que algunos presidentes norteamericanos no podían caminar y mascar chicle al mismo tiempo, se dice también que otros gobernaron cuando ya habían perdido todas sus facultades, es decir, se los gobernaron; mientras hay varios ejemplos de gobernantes o no que, pese a sus sufrimientos o dolencias, dieron muestras de integridad y el caso de Gandhi es patético.
Pero, quizá para terminar la especulación, ha sido el mismo Papa que, en cierto modo, ha aclarado la situación al decir públicamente que hay hipocresía, división en la Iglesia y, para buen entendedor pocas palabras, ello quiere decir que hay que discernir entre un papado político y otro teológico; entre los que ceden a las presiones de cerrar los ojos o los que quieren mantenerlos bien abiertos. En verdad, el debate vuelve a la mesa: O política o teología; pero está visto que las dos cosas no funcionan porque, generalmente, hay incapacidad mental entre unos y otros y no es cuestión de achacarle algo a la "modernidad" o "los nuevos tiempos", porque apenas son instantes en la historia de la humanidad y del universo.
Si la incapacidad mental fuera un obstáculo para el ejercicio del poder, hay una larga lista de los que debieron renunciar o no ser nunca gobernantes, sin importar que estuviesen o no cargados de títulos; tanto en lo interno como en el ámbito internacional, por algo el mundo está como está.
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