Seguramente conocen el dicho, que se aplica cuando alguien quiere criticar a otro y no tiene el respaldo moral de su propia conducta. Pues bien, es lo que pasa con el presidente de la oligarquía chilena que le pide a Evo Morales decir la verdad y respetar los tratados, cuando son sus compañeros y comparsas los que nunca han dicho la verdad ni han respetado tratado o convenio internacional alguno.
En las actuales circunstancias es lo mismo; nadie ha comprobado que los soldados bolivianos detenidos por los carabineros del país vecino, hayan estado en territorio ajeno y tampoco se ha explicado cómo y por qué, luego de ser detenidos los conscriptos, los contrabandistas de motorizados robados y de contrabando, hayan no sólo recuperado sus vehículos sino que no se les aplicó ninguna medida, pese a que existe un convenio bilateral para luchar contra el contrabando.
Los gobernantes de la oligarquía chilena no pueden enseñar ni moral ni ética a nadie porque, principalmente, hace décadas o siglos que están en falta pues no representan al pueblo que dicen representar y no han sido más que intermediarios entre el poder del imperio o la corona y el hambre de sus propios connacionales que viven sin derechos y contribuyendo a que esta parte del mundo no logre su integración y desarrollo porque no conviene a esos intereses extranacionales.
Pueden seguir sorprendiendo la buena fe de alguna gente; pero hay muchos que en su propio territorio ya no creen en sus mentiras e imposturas; a tal punto, que las voces aisladas, hasta hace poco, de algunos chilenos se hacen escuchar cada vez más en coro para pedir que nos devuelvan lo robado: el mar.
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