Como era de esperar, hay una fuerte corriente neomachista que se extiende en Bolivia y el mundo; pero no está a cargo de hombres sino de las propias mujeres que, equivocadamente, en lugar de buscar el equilibrio, la interacción, las buenas relaciones, se han dedicado a suplir lo que tanto critican: el machismo.
El intento de elaboración de una ley en contra del maltrato y el homicidio a las mujeres ha destapado muchas cosas; en primer lugar, lo que decimos líneas arriba; en segundo lugar, la ignorancia de muchas personas que quieren impulsar una ley que está reñida con los principales propósitos de la legislación, como la relación entre voluntad general y la ausencia de discriminación, que se incumplen abundante y evidentemente en el proyecto, así como la no intromisión de organismos ajenos a los legisladores; en tercer lugar, porque ni siquiera algunas que están empeñadas en hacer y ahondar la diferencia pertenecen al género que dicen defender, y lo ofenden, porque se trata de pervertidos cuya impostura es descarada.
Hay pues una insurgencia machista entre las "feministas" producto, tal vez, de la confusión que en el ámbito mundial se impulsa para mejor hacer de los que gobiernan por detrás de los sillones presidenciales y que se traduce también en la manipulación de derechos sectarios y el "alquiler" de la izquierda por la derecha.
La única manera de conseguir un estado real de derecho, de equidad, de complementariedad, es empezando a reconocer que nuestros derechos terminan donde empiezan los del prójimo o, como dijera Benito Juárez, "el respeto al derecho ajeno es la paz".
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