No es sólo el caso de Bolivia sino que en el mundo, la politiquería anda peor. Para citar algunos ejemplos, en España y ante la impotencia e incapacidad de la oposición al gobierno del PSOE, tuvieron que ser los indignados quienes marcaran la pauta que, sin embargo, no pudieron arrebatar el comercio de la democracia a los partidos; en Argentina, la viuda no tiene opositores ni en los partidos ni en los sindicatos que fungen como tales; lo mismo pasa en Venezuela y, en nuestro país, es ridícula la actitud de quienes se dicen opositores y no llegan sino a la majadería y podríamos seguir con una lista que, por lo demás, nos está llevando a la creación de dinastías familiares en el poder; igual que las monarquías.
El oficialismo, de este modo, tiene el camino expedito para hacer lo que se le antoje, esté bien o mal, porque no tiene oposición ninguna; ni en el gobierno central, ni en los comunales o departamentales. Lo más que podemos percibir es cierta reacción de quienes tienen secuestrado el sindicalismo para hacer lo mismo que siempre han hecho por décadas: usufructuar de cuotas, viáticos y muchas otras granjerías que no se acaban y que se excusan en teorías manejadas a conveniencia.
¿Qué podemos esperar, entonces, de la politiquería? Pues nada bueno porque se está demostrando que es lo mismo en el oficialismo, en los partidos, en los "sindicatos" o los "movimientos sociales"; un buen caldo de cultivo para alentar una verdadera y real revolución que cambie los sofismas y eufemismos que la politiquería emplea para sustituir la política y que, aunque no se crea, está entre las "predicciones" de los mayas en cuanto al final e inicio de ciclos de la humanidad en la tierra.
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