Como era de esperar el enanismo intelectual de los que actúan en la llamada oposición partidista o, incluso, cívica, ha criticado el discurso presidencial por el Día del Mar porque, supuestamente, no dijo nada.
Aquí no se trata de defender a nadie; pero hasta los abogados más inexpertos se guardan sus tácticas y estrategias y es lógico, que el régimen actual no revele nada sobre la demanda que se debe interponer ante los organismos internacionales, buscando la reparación del asalto al territorio nacional por parte de los intereses de la corona inglesa y a través de la sirviente oligarquía que casi siempre ha estado ocupando el Palacio de La Moneda.
Nadie con dos dedos de frente podía pues esperar nada; lo que reitera que lo más lamentable de la politiquería nacional es que no hay oposición y el oficialismo puede y hace lo que quiere porque no encuentra esa contención que toda democracia requiere para ser más rica y efectiva. La culpa de los desaciertos, las falencias y deficiencias que se están dando son más el resultado de ese enanismo intelectual que de la probidad oficialista.
El "me opongo", sin saber siquiera de qué se trata, es una manía de la politiquería interna que mucho daño le ha hecho a la historia nacional y aunque el propio proceso de cambio nos daba la esperanza de que algunas cosas mudarían, parece ser que la oposición no acompaña para nada ese intento, cuando podía haber hecho del mismo un buen motivo para revelar, ahora sí, su ubicación ideológica, su disposición programática, su riqueza intelectual. Pero no; y esto es lo más lamentable. Podemos dolernos mucho de los yerros y hasta "chambonadas" del oficialismo; pero lo trágico es que no hay oposición ni opositores con un mínimo de neuronas funcionando.
Si no hay democracia es porque no hay oposición. Y no hay oposición porque no hay ideas. Y no hay ideas porque no hay formación política. ¡Qué triste el destino de Bolivia!
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