Marzo es el mes del mar para los bolivianos y éste será todavía más porque se develará cuál será la demanda que se interponga ante los tribunales internacionales respecto a la reivindicación y recuperación de puertos, costas, territorios e islas.
Chile ha hecho, en el pasado, mucho para que estas demandas no se interpongan porque tiene todas las de perder y no podría, en una acción de justicia, decir ni probar nada porque, además de la invasión y usurpación, fue apenas el brazo ejecutor de la ambición inglesa sobre territorios y riquezas naturales pues fue la corona que organizó, armó y ejecutó la llamada Guerra del Pacífico por encima de los derechos, las leyes y al ambiente de paz continental.
Si de justicia se trata el tema está ganado de antemano; pero como no hay confianza ni en la camisa, como decía Melgarejo, hay que tomar todos los recaudos y fundamentar bien la demanda haciendo ver que no hay tratados irrevisables, que la guerra por sí misma no puede condicionar acuerdos sin que haya, a la vista, ganadores y perdedores y que es hora de revisar antecedentes, hechos y consecuencias para encontrar la reparación de una injusticia internacional que, hasta ahora, se mantiene por que el imperialismo es todavía fuerte aunque anda ya con pies de plomo y a punto de fenecer definitivamente.
Es la hora de la institucionalidad y de la justicia para la causa boliviana de retorno, reparación y reivindicación de derechos y no hay que temer a la presentación de la demanda internacional; pero eso sí, hacerla del modo adecuado, racional y sin recurrir ni a la demagogia ni a la vacuidad argumental porque cuando se niega la presentación de alguna demanda es ya cuesta arriba el reponerla y de eso debe estar advertido el gobierno y las reparticiones respectivas. Pero, hay que reiterarlo, si de justicia se trata no hay dónde perderse y los resultados no pueden ser otros que los positivos y ante los tribunales pertinentes y adecuados a la paz y la concordia.
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