Muchas veces la tecnología nos deja con la boca abierta o, lo más frecuente, con la frustración de ver la cola del tren; porque es una de las ramas que en el mundo se maneja sectariamente y con mucho dinero, aunque parezca que está a disposición de todos.
Tanto la ciencia como la tecnología son parte del chantaje al mundo porque unos cuantos que la acaparan se dan modos para manejar el conocimiento como un arma y no como un lazo de solidaridad. Aunque habría que cuestionar mucho de este accionar, lo que generalmente han opinado personalidades del mundo llamado intelectual, es no sólo el costo o la forma de manejar esos rubros sino, particularmente, el cientificismo antes que la ciencia. Porque el mercado de consumo no aporta mercaderías que podrían elevar el nivel de vida de las personas sino simplemente su nivel de compra, es decir, no hace conocimiento sino consumismo. Lo mismo entre los electrodomésticos que los alimentos o los fármacos que, aunque no sea crea, tienen también compradores cuya dependencia se mantiene a través de una serie de sofismas y eufemismos. La llamada tensión, por ejemplo, que aunque es tan vieja como la humanidad misma, tiene toda una batería de medicamentos (¿?) que no hacen otra cosa que procurar un comprador compulsivo más, antes que solucionar problema alguno y así existen muchos productos que son más sintomáticos que dedicados a curar la raíz de las enfermedades que también se manejan de acuerdo al mercado y la industria respectiva. Hace unos años la cuestión de la gripe H1N1 ha destapado una siniestra combinación de intereses que algunos prefieren creer que es una exageración pero que, en realidad, no es más que la punta del iceberg de cómo se maneja la tecnología en el mundo y a qué intereses responde especialmente en su relación con los países denominados subdesarrollados y otros eufemismos porque lo que trata es de mantener ese estado y no aportar para el crecimiento. La ciencia y la tecnología son pues armas de guerra no sólo cuando tratan la radiactividad y la producción de muerte sino hasta cuando, aparentemente, se trata de la salud de la gente.
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