Una vez más hay que lamentar que tanto opositores como oficialistas no dejen la politiquería y la privilegien a la política en sus acciones y demandas. Es lo que sucede con muchos de nuestros problemas que, racionalmente, podrían solucionarse si acudimos al diálogo, no entre politiqueros y dirigentes dedicados a hacerse ricos, sino entre gente que conozca del tema.
Es lo que debió y debe hacerse para la carretera entre Cochabamba y Beni que más allá de especulaciones seudoambientalistas tiene que ejecutarse con el correspondiente estudio de impacto ambiental que toda obra tiene y debe saldar de la mejor forma posible; lo mismo podía haberse hecho en el caso de los discapacitados cuya tozudez o intransigencia parece derivar también del partidismo sectario y que perjudica, en vez de beneficiar, lo que se puede hacer en favor de ese sector; también está el caso de los yacimientos compartidos entre Chuquisaca y Tarija o el de límites entre Oruro y Potosí que generan violencia innecesaria porque la politiquería abre la posibilidad de diálogo no entre los entendidos sino entre los politiqueros; lo que es todo un contrasentido y un llamado a la fuerza bruta, al chantaje, al sectarismo. Hace ya bastante tiempo que esto del "consenso" sirve para cualquier cosa menos que para el entendimiento y habría que ver de reemplazar el término con un sinónimo que no se preste tanto a la usurpación y la impostura; porque para eso ha servido desde que las izquierdas se adueñaron de la "recuperación de la democracia" que la derecha había concedido porque ya no aguantaba la tensión de sus propios disparates y porque tenía que mantener las riendas del materialismo y del consumismo hedonista.
Diálogo, consenso, acuerdo, sí; pero entre los que entienden del problema; no entre traficantes, ignorantes o usurpadores, que lo único que buscan es seguir haciendo buenos negocios con la impostura democrática, representativa o colectiva.
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