Uno de los factores que ha hecho fracasar varios intentos por cambiar las cosas en nuestro medio, es la distorsión. Que desvía de sus objetivos específicos organizaciones sindicales, corporativas, cívicas y hasta partidarias. Ha sucedido a lo largo de nuestra historia y, al parecer, tampoco ahora nos salvaremos de estas irresponsables hipertrofias y abusos.
Aunque no es el mejor ambiente el que vivimos en Bolivia, donde se intentaba un proceso de cambio, no hay duda que se podía aprovechar mejor para el cometido de sustituir el sectarismo partidista, la manipulación, la dependencia; pero no, ahí están, hasta casi diríamos los mismos, que abusando de su situación de dirigentes sindicales, extorsionan, chantajean, amenazan, delinquen sin ningún rubor en el rostro y ponen en riesgo no únicamente la posibilidad de cambio sino el sistema democrático; porque bloquear calles y avenidas, como están haciendo en Cochabamba los explotadores del transporte público y los que no quieren sujetarse a la ley en cuestiones de límites, es arriesgar la democracia para que algún vivo nos venga con que no sabemos vivir en democracia y nos elija un tiranuelo de la peor especie; claro que algunos "dirigentes de los chóferes" podrán pedirle la medida de sus pantalones pues está visto que ellos no comparten las bondades del sistema de representación en el gobierno y prefieren vivir a la sombra de tiranos.
Independientemente de la estupidez de estas pocas personas o su ignorancia supina, lo que se pone en juicio es el sistema de organización social; el sindicato, el comité, la asociación y otros organismos de participación ciudadana que hacen al sistema democrático.
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