No es primera vez que la oligarquía chilena genera vientos de guerra, ante los problemas fronterizos que mantiene con sus vecinos; así ha sucedido reiteradas veces, incluso, cuando era objeto de la "solidaridad" de otros gobiernos y aunque recibía carburantes y alimentos, no dejaba de amenazar con sus tanques y aviones de última generación que las transnacionales instalaron en sus cuarteles.
Ha sucedido también, con Bolivia, que ha mantenido el anzuelo del mar como objetivo de sus conquistas de continentalización y control económico de ciertas regiones de nuestro territorio, merced a la ejecución de geopolíticas diseñadas por Harms Espejo, entre otros, que le han posibilitado contar con, por ejemplo, el oleoducto Sica Sica-Arica o caminos de vinculación que han facilitado un flujo más constante de mercadería de contrabando o no, que ha inviabilizado en cierto modo la consolidación del mercado interno nacional y, por tanto, la industria boliviana.
Hoy que, ante la opción de acudir a tribunales internacionales para la reivindicación marítima, amaga con sus fuerzas armadas; no es raro ni se puede esperar otra cosa por una infinidad de factores. En primer lugar, la oligarquía chilena no es más que la punta de lanza de las transnacionales y, de ese modo, del imperio del materialismo; en segundo lugar, su territorio está amenazado con la desaparición por una variedad de fenómenos naturales que harían retroceder su frontera hasta la extinción; en tercer lugar, ya no puede mantener el sofisma de competitividad, industria y eficiencia que lo mostraban como "ejemplo" de liberalismo, cuando sus habitantes ya no están dispuestos a seguir tolerando tanto manoseo y se rebelan cada día.
Vistas las cosas así, no es pues raro que amenace con la guerra; a lo que hay que responder con la denuncia internacional y los tribunales externos de las naciones, para que cumplan su papel; si es que pueden hacerlo, lejos de la influencia del imperio norteamericano que ha sustituido al inglés desde la malhadada guerra del Pacífico que se llevó no únicamente nuestros puertos sino nuestro futuro y que no supieron entender nuestros gobernantes, afanosos como estaban en hacer su propia fortuna con olvido del pueblo.
Ante la amenaza de la guerra, las palomas de la paz; porque la razón nos asiste y la fuerza no siempre es impune; aunque ambos conceptos estén en el escudo del vecino como otra amenaza permanente a las naciones latinoamericanas.
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