Tan mal acostumbrados estamos a la impunidad y la corrupción, que cuando surgen atisbos de enjuiciamiento, nos desgarramos las vestiduras o salimos por peteneras; con gran contento de ese mal que se ha colado en la estructura misma del Estado. Es lo que viene sucediendo con varios politiqueros que, a la hora de tener que vérselas con la justicia, se declaran perseguidos políticos e intentan planes conspirativos y de subversión.
Claro que el mismo Poder Judicial es el responsable de la situación pues luego de décadas o siglos de no cumplir su deber no sólo se ha desacreditado sino que ya no mueve a la confianza ni cuando actúa bien y es que su permanente cuoteo, entre los partidos gobernantes, no sólo ha condicionado su subalternización sino hasta su servilismo. Si jueces y fiscales habrían cumplido con lo que manda la ley, nuestras cárceles podrían tener menos ocupantes y estarían en ellas connotados "políticos" y habrían menos delincuentes prontuariados porque ese rubro de la actividad economicista no tendría perspectivas.
Pero el daño al Estado -no al gobierno simplemente- el latrocinio, la usurpación y la impostura se han hecho actividades corrientes de los politiqueros y si unos roban a lo grande, los otros se conforman con comisiones, viáticos y otras "entradas", como aquellas que se dan entre los encargados de la seguridad pública que se reparten mordidas grandes y pequeñas de acuerdo a su graduación.
Sólo cuando la justicia recupere su majestad podremos los bolivianos estar seguros de sus actos y no nos dejaremos llevar por los lastimeros ayes de los delincuentes o "perseguidos políticos" que no terminan de causar daño al bien común, al Estado, a la colectividad, pescando, como se dice, en río revuelto.
Mientras tanto, tendremos que seguir soportando los cínicos llamados a la subversión, de parte de los que se ven afectados por al ambiente de justicia que es necesario imponer a lo largo y ancho del país y ojala algún día recuperemos a la tan manoseada diosa Themis.
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