La autoflagelación o autodenigración, a la luz de la razón, es siempre signo de perturbación. Incluso en aquellos casos en que se presenta como misticismo. Por eso es que el espectáculo que han brindado algunas personas con discapacidad y que las emisoras de televisión, con excepciones, han aprovechado hasta la saciedad, es más bien contraproducente a lo mismo que solicitan pues deberían pedir consejo profesional específico no precisamente por sus insuficiencias físicas.
Si se ha dado por el "asesoramiento" o el "consejo" de alguien que esté por detrás es completamente destestable porque es degradarse y ser simple objeto, vaya a saber uno de qué manipulaciones siniestras. Si bien es cierto que algunas personas requieren un trato especial, también lo es que, muchas veces, se aprovechan de la situación otras que nada tienen que ver con el tema y se convierten en simples traficantes de la miseria humana; la experiencia de cuando contribuimos al reconocimiento de los "derechos de los impedidos", a principios de la década de los ochenta del anterior siglo, nos ha enseñado que no se puede perder la dignidad, que es preciso mostrarse más bien con diferentes cualidades que con mermas lamentables, que la lucha por los que necesitan tiene también límites morales que no se han respetado con el espectáculo que comentamos, porque se quiere convertir una solicitud en circo y mover, antes que la solidaridad, la lástima, la compasión y muy fácilmente se puede llegar a lo contrario. Hace ya tiempo que algunas organizaciones parecen estar cumpliendo fines que no son precisamente los más indicados a sus propias reivindicaciones y, entre ellos, hay algunas muestras de los de diferentes capacidades que nos hacen sospechar manipulaciones bochornosas.
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