Es cada vez más frustrante la llamada fiesta de Navidad, porque ha sido totalmente asaltada por el comercio. El sólo hecho que sea el centro financiero del mundo, el que de el pistoletazo de salida con la iluminación de su árbol y que es noticia mundial es ya bastante decepcionante.
Pero hasta en los pueblos o ciudades más pequeñas se mide ya el éxito o el fracaso, por el movimiento comercial y la felicidad de los niños por la cantidad de regalos. La familia, puesto que se dice que es una fiesta familiar, ha perdido convocatoria, a menos que cuente con los recursos necesarios para regalar y servir opíparas cenas y hasta el retorno de los seres querido al lar paterno, se ha convertido en una molestia, según una conversación escuchada en un bus de transporte público entre dos matronas y que algún día contaremos.
Lo peor es que hasta la caridad o la solidaridad se han transformado en espectáculo y no hay medio de comunicación que no sea "involucrado" en el mismo de la manera más soez y cínica. Y este es otro signo realmente preocupante por sus connotaciones sociales.
¿Será posible recuperar el espíritu de esta fiesta de tradición hogareña y de costumbres más bien muy de pueblo? ¿O reemplazarla con otra de significación similar o mejor; pero que devuelva cierto sentido espiritual al acontecimiento? Y algunos dirán que no está bien que se haga este tipo de reflexiones en un día como el presente. ¿Hay que continuar la hipocresía?
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