Esto de los "analistas" y "conflictólogos" que nadie sabe de dónde han surgido y por qué, muchas veces es para soltar una carcajada incontenible. Ahora resulta que, a juicio de uno de ellos, el poder judicial está sujeto al político y, por ende, a la corrupción.
De lo que algunos no quieren enterarse es que en muchas de nuestras naciones no se practica la política y que ganar elecciones no quiere decir gobernar, porque el poder real, la fuerza del dinero o de las armas, no siempre se encuentran en las convicciones ideológicas o filosóficas sino en los recovecos de la politiquería que domina el mundo. Y si no que pregunten a los exgobernantes latinoamericanos que muy excepcionalmente quisieron o lograron mandar hasta encontrar su caída por el sabotaje interno, por las manipulaciones de la política exterior o ambos. Los ejemplos de los gobiernos de Allende, víctima de la CIA, o de Tórrez, de sus propios "aliados", en Chile y Bolivia son suficiente ejemplo como para comprobar que nuestro destino no está en nuestras manos sino en las ajenas y hay muchos episodios como para demostrarlo con Arbenz, Vargas y una infinidad de ocupantes eventuales de los palacios de gobierno y que simplemente fueron títeres o víctimas.
Y es esta realidad precisamente la que se empeñan en desconocer nuestros "analistas" y "conflictólogos" que, la verdad, no saben de la misa la media y hay personas que creen en sus especulaciones. Donde hay politiquería el poder político no existe; porque no existe política y porque los que componen los poderes del Estado son simples intermediarios de los vaivenes del materialismo en sus facetas capitalistas o "socialistas".
Una más de las manifestaciones del cientificismo que ha suplantado también a la ciencia en un mundo donde la realidad es, las más de las veces, pura ficción.
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