Ya Wells nos mostró cuan poderoso puede ser el rumor, en su versión radial de la invasión de la tierra. Y cuando se une a la intención de desprestigiar a alguien se potencia más todavía; ha ocurrido varias y repetidas veces en la historia y ha servido también para el chantaje donde los servicios de "inteligencia" han hecho su agosto conociendo y ocultando las perversiones sexuales de algunos personajes, sus actos delictivos o sus conexiones con los bajos fondos.
Pero cuando el rumor adquiere connotaciones especialmente dramáticas es cuando se hace parte de la politiquería y se usa contra el adversario eventual, aunque después todo se olvide en un contubernio pasajero, haciendo sana, sana para cruzar, como algunos decían, "ríos de sangre" para encontrar los modos de disfrutar del "árbol de las peras" a que hacía referencia el impostor que fungía como "libertador económico".
Hoy se ha desencadenado una aguda fase de desprestigio y rumor a raíz del descubrimiento de una red de corrupción y extorsión que funcionaba desde las mismas oficinas burocráticas de los poderes del Estado y ya nadie sabe quién es inocente o culpable o a quien hay que colgarle los cascabeles en la cola, haciendo más crítica todavía esa suerte de afición por la majadería que se ha apoderado, especialmente, de quienes dicen ser de la oposición y que, hasta ahora, no hacen otra cosa que seguir cavando su propia fosa. Lo peor, es que los medios de comunicación que han perdido también su horizonte, se hacen eco de todo y son realmente escasísimas las excepciones que no se dejan llevar por el rumor o los dimes y diretes.
Así, lo único que se puede conseguir es que todo el aparato de corrupción que nos legara la "revolución nacional", continúe tan impune como siempre en desmedro de los intereses de la patria.
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