lunes, 11 de agosto de 2014

"KELLACUNI"

Ayer me dio flojera acercarme a la computadora y entrar en la red; en cambio, escuché música del recuerdo y, de pasada, leí las barbaridades que dicen los candidatos.
Y es que no se puede decir otra cosa; insultan, amenazan, calumnian, difaman, mienten y todavía hablan de debatir ideas. ¿Habrá gente que les cree? Porque si nos acercamos a lo mismo que dicen, aunque después digan que no dijeron, no se encuentra una idea, alguna luz sobre lo que quieren o pretenden, algo para analizar aunque diciendo: ¿Qué habrá querido decir?
Es tan de mercado la democracia que nos gastamos, que mientras unos van en movilidades de todo tipo, otros, aunque sea hipócritamente, andan a pie. Pero nada lleva nada en cuanto a planes y programas; apenas si unos listados de supuestas necesidades o la respuesta a la coyuntura pero sin preguntarse ni profundizar más.
Es tan deprimente el espectáculo electoral que hay que tener firmes los nervios y bien templado el hígado, para aguantar unos minutos o leer cuatro barbaridades. Es como ir al mercado de abasto y comprobar que todas son papas y camotes o yerbas de toda laya; pero yerbas al fin.
Lo lamentable es el eco que les hacen los medios; claro que, entre medio, hay dinero y muchas veces la necesidad tiene cara de hereje; pero también hace dudar cierta pasividad o complicidad. ¿Es que ya no hay periodistas?
Lo que nos lleva a una interrogante más amplia: ¿Hay verdadero periodismo? Porque la historia nos enseña cómo los periodistas "empotrados", es decir, aquellos que trabajan para las empresas o las instituciones, son los que tienen la voz cantante en las invasiones, las guerras de conquista, los atropellos, las violaciones y todo los excusan; mientras los libres, infelizmente poquísimos, no tienen espacios en los medios y pasan desapercibidos.
Y se pasa como información la propaganda, la mentira, el sofisma, la calumnia; o sea aquello que nada tiene que ver con el periodismo.
Y hay fundadas sospechas que también en las campañas electorales hay periodistas "empotrados" en este o el otro lado; mientras la gente cree que está siendo informada y no es más que víctima de la mentira y la impostura.

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