A Bolivia no la amamos lo suficiente porque no la conocemos y porque arrastramos una larga tradición que lo extranjero es mejor.
Y la mejor forma de conocerla es recorriéndola por tierra, deteniéndose en sus pueblitos, charlando con su gente, compartiendo sus comidas, sabiendo de sus tradiciones. No es nada conocer las nueve capitales de departamento si no completamos ese recorrido con pueblitos como Cella, Tomatas, Camargo, Huari, Paria, Independencia, Kami, La Esperanza, Samaipata, Tiwanaku, el Lago, Sajama, San Lorenzo, San Lucas y, en fin, tantos que se pierden a lo largo de los caminos y se extienden por el altiplano, los valles y las tierras bajas.
Conocer Bolivia es disfrutar del clima de sus valles, sufrir el calor agobiante del trópico, aguantar los gélidos aires de las cordilleras; mirar el Illimani desde la cordillera del Tunari y pensar que no hay más que un paso para trasladarse de un lugar a otro. Conocer Bolivia es comer una trucha apenas salada en las estribaciones de la cordillera, un chicharrón o fritanga en Mizque, una "huathia" en el altiplano, un pescado en el trópico, un guiso de cordero o un cabrito en los valles mesotérmicos o un mote de habas recién cosechadas.
Conocer Bolivia es conocer su historia y enterarse cómo El Libertador, que quería incorporar a todos o casi todos a la Gran Colombia, tuvo que aceptar la recomendación del Mariscal de Ayacucho que recogió la aspiración de no ser "sino de ellos mismos" y así lo determinó. No somos pues el resultado de la verba de los doctorcitos ni las triquiñuelas de los "dos caras" sino esa amplia voluntad de ser libres que el mismo Bolívar reconoció después.
Conocer Bolivia es integrar todas sus geografías en una sola, sus climas, sus cordilleras, sus ríos, lagos y lagunas; como se debe integrar su identidad en ese mestizaje indesmentible que nos viene de antes de la llegada de los españoles y que se complementa con ese otro mestizaje hecho de íberos, judíos, árabes, romanos y griegos, que cruzaron el océano para encontrarse con un pasado que más que eso era futuro.
Conocer Bolivia es amar su música autóctona, su folclore, su danzas, sus poemas; sin caer en las degeneraciones que se están dando con tanta distorsión porque de todo se quiere hacer negocio.
En fin, hay muchas maneras de conocer y amar Bolivia y usted puede elegir la suya y empezar a hacerlo.
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